Cuando hablamos de enfermedad arterial periférica (EAP) nos referimos
a un patología que obstruye las arterias de piernas y muslos, en su
enorme mayoría como consecuencia de un proceso de arteroesclerosis. La
arteroesclerosis es básicamente una afección que tapa nuestros vasos
sanguíneos mediante depósitos de grasa (en todo nuestro cuerpo) y que se
desarrolla a partir de ciertos factores de riesgo entre los que están
la edad, la diabetes, el tabaquismo, la hipertensión arterial, la
dislipemia (aumento de colesterol en sangre), la carga genética, la
obesidad y el sedentarismo como los principales responsables.
Los síntomas clásicos de esta afección son el dolor o calambres al caminar, especialmente en la pantorrilla pero que pueden darse también en los muslos o glúteos y que ceden con el reposo. Hay otros síntomas como el dolor muscular de reposo, cambios de coloración de la piel o úlceras que no curan, pérdida de pulsos periféricos, frío en extremidades, atrofia muscular o pérdida de vellos, entre otras. No todos los pacientes tienen síntomas, en algunos la limitación autoimpuesta por otras causas enmascara el dolor al caminar o están realmente asintomáticos y esta enfermedad debe diagnosticarse con estudios complementarios (típicamente índice tobillo-brazo).
Hay mas de 200 millones de personas con
EAP a escala global y se estima que en América Latina hay más de 16
millones de personas con estas características. El 20% de los americanos
mayores a 70 años tiene EAP y el uno de cada tres diabéticos mayores a
50 años. Los fumadores o ex fumadores aumentan un 400% la probabilidad
de desarrollarla comparada a no fumadores. En EE.UU afecta a 20 millones
de individuos, mucho mas prevalente y mortal que el cáncer de mama,
mucho mas prevalente y mortal que el HIV. En una década la población
afectada aumentó un 23.5%, principalmente por el envejecimiento
poblacional.
Es un problema complejo, por años la gente y los
médicos la subestimamos y no reconocimos la importancia de esta
enfermedad. Luego de una década de trabajo mancomunado y gracias a
numerosos esfuerzos internacionales, en 1997 se firmó el tratado de
prohibición de minas personales, que redujo para el año 2011 en un
tercio los eventos como consecuencia de estos artefactos explosivos. Aún
así, durante ese año se registraron 4286 amputaciones y muertes por
explosión de minas en todo el mundo. Esto parece una cifra escandalosa
de solo pensarlo pero hay que recordar qué únicamente en Estados Unidos
la cifra anual de amputaciones por EAP asciende a 150.000. Las
amputaciones de los miembros pueden ser a cualquier nivel con
repercusiones diferentes si éstas son por encima o por debajo de la
rodilla, pero aún en aquellos pacientes amputados en alguna zona por
debajo de la rodilla, a los dos años el 30% estará muerto, el 15%
sufrirá una amputación por encima de la rodilla, otro 15% será amputado
contralateralmente y solo un 40% permanecerá sin cambios. La mayoría de
las amputaciones pueden evitarse. La mortalidad a 30 días asciende desde
un 8 hasta un 25%.
El 54% de los pacientes amputados no tuvieron
ningún tipo de procedimiento de revascularización el año previo a tal
medida. Las personas con EAP tienen 6 veces más riesgo de morir de
causas cardiovasculares. Sin detección ni tratamiento correcto, el 25%
morirá o sufrirá un infarto, un ACV o una amputación en los próximos 5
años.
Un problema es que mucha gente atribuye los síntomas a que
distintas causas y se autojustifica “tengo artrosis“, “me estoy
volviendo viejo“, “me lastimé pero ya va a curar“. Incluso, si tienen
EAP asintomática tienen un riesgo de muerte tres veces más alto que un
persona que no la posee.
Por todo esto debemos extremar los
esfuerzos en prevenir el desarrollo de esta afección, diagnosticarla en
los primeros estadíos (pesquisarla en mayores de 70 años o en mayores de
50 años si son diabéticos y fumadores) y tratar de revascularizar
cuando corresponda a fin de evitar pérdida de la función de la
extremidad, del miembro en si o de la vida del paciente.
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